domingo, 7 de marzo de 2010

Hora de despertar, estamos a dos horas de arribar!!

8:08 am, un auxiliar en apuros abre la cortina de mi ventana




La noche casi ni se sintió, los vecinos comienzan a moverse en sus asientos y los veo como espejos de mi cuerpo que comienza a incorporarse lentamente al ritmo de estas ruedas que descansan bajo mio.

Dos sonrisas me saludan y me obligan a reír. Los carteles de allá afuera se mueven rápido y nos dan una bienvenida inesperada, un par de trompetas con líneas pintadas se despliegan en la carretera…

Puerto varas se convierte en una pausa, un par de espíritus descienden y con sus ojos nos desean un buen viaje, despojan su equipaje y parten hacia quien sabe donde…

...y mi mirada en el vidrio de un bus sigue intacta...

Minutos nos separan de Puerto Montt y el auxiliar atrasado nos comienza a mover con la mirada, nuestros asientos están repletos de nuestra ropa, nuestra comida y nuestros cables… 12 horas son suficientes para bautizar el espacio.

Orden! y las piernas se estiran, bolsa para la basura y otra bolsa para las papas fritas con un turrón que acabamos de descubrir. El camino se abre paso y nuestro bus entra en silencio por las calles de puerto Montt un perro se hace testigo y el mar revienta una ola justo cuando observo la ciudad. Dos almas nos reciben, una con ladridos, otro con espumas.

Un par de gotas nos acaricias al bajar, el equipaje despierta y las gente del terminal grita plegarias con silvidos, despliegan sus alas, con una canasta al hombro, una gallina atrás, tres niños a la cola y un par de ropas humedas trajinadas y re-cosidas...

jueves, 4 de marzo de 2010

$23.000 por un asiento al fonde del bus

11 de febrero del 2010, 21:30 hrs, tur bus destino: PUERTO MONTT



Ventana a mi izquierda, banano colgado en la espalda de mi compañera, un corazón amigo a mi derecha, 8 panes, 6 jugos, bolsa de papas fritas y un par suspiros dan comienzo a este rodar de ruedas… nos informan que serán 12 horas de viaje, 12 horas que mis ojos dudo alcancen a notar.

Un trio de risas nerviosas, y dos mujeres sabias que se despiden unos cuantos metros allá abajo nos dan el ¡vamos!, comienzan las mil maneras.

Los primeros 60 minutos están plagados de risas y trocitos de sueños que se escapan, hago entrega oficial del mapa, de ese pedazo de papel que parece ser fotografía de un futuro incierto, comenzamos a pronuncias nombres que aun no entiendo del todo y que en un par de segundos pasan de mi memoria de corto plazo al olvido, quemchi, achao.. Todo suena igual hasta ahora.

Los minutos pasan y el pasillo del bus se torna a media luz, el conductor decide cantarnos una canción de cuna, y nuestros ojos parecen obedecer al instante… viajar de noche tiene su gracia y su desventaja. Gracia por que las canciones de cuna siempre me han gustado… desventaja porque no se donde carajo vamos.

Los chales llegan, y una almohada, que pienso ha pasado por un millar de sueños (de mochileros, abuelos, señoras y porque no amantes), se instala en mi cabeza, gito y yo nos preparamos para cerrar nuestro ojos y callar los secretos que nos contamos por un instante para dar paso a lo imaginario, lo que viene, lo que es y lo ¿por que no? lo que fue

Hora de poner a prueba este aparato revoltoso que adquirí un par de horas antes… Chinoy será el encargado de cantarnos un par de horas… Plata pa pan se entona en nuestros oídos y el vaivén del bus nos remece como niños a punto de volar...

“…Y mi mirada en un vidrio de un bus, me fui a comenzar”

Mil maderas, mil maneras de conocer Chiloé

“Y también sé lo importante que es en la vida no necesariamente ser fuerte, sino sentirse fuerte. Medirse uno mismo aunque sea una vez. Encontrarse aunque sea una vez en las más primitivas condiciones humanas. Enfrentando la ceguera y la sordera solo, sin nada que te ayude excepto tus manos y tu propia cabeza” (into the wild)

Desde que pensé en este viaje como tal… supe que no sería un andar sin-sentido, lo imaginé un millón de veces sentada en las laderas desiertas del norte de mi Chile, con el sol de amigo y un par de marcas delatoras en mi piel.

Lo imagine un centenar de veces, de diversos ángulos y con los más distintos colores… más la imaginación no alcanzó a notar que mi destino sería por fin último el SUR.

Lo creí y en más de una oportunidad lo dije, el destino es lo de menos… más hoy mientras veo fotografías y bailan en mí silencios los recuerdos, llego a la conclusión que el destino no fue al azar ni tampoco dio lo mismo… que el verde y el humo saliendo de las chimeneas en la isla Lemuy o en las costas de Curaco no eran azarosos y mis ojos y mi espíritu necesitaban de ese olor, de esa textura, de esos paisajes… de esa gente.

Si el Sur hubiese sido Norte… mi viaje se hubiese tornado distinto y mis palabras no tendrían el mismo acento, mi cuerpo no estaría cubierto de lana ni mis sueños de psicóloga se hubiesen despertado entre pueblitos de pescadores sedientos de historias y sabiduría, la ale y el nico no se abrían topado en mi camino con sus cañas de pescar y su fueguito tan querido, el tío Juan no hubiera tenido a quien transportar ese día en su camión de almejas, y Jc con la Ima hubieran callado un grito de despedida.

Y es que Chiloé me permitió por 2 semanas saborear su encanto, pisar el suelo navegante de su historia e inspirar un par de oraciones de este viaje que sé habitará en mi retina y en un par de hojas sueltas que comienzo a relatar.